Internación domiciliaria y familia

Con la llegada del siglo XXI, y las transiciones demográfica y epidemiológica que lo caracterizan, la cronicidad y la fragilidad de larga evolución son cotidianas en atención primaria. Indiscutiblemente el aumento de la esperanza de vida conlleva un aumento de la cronicidad y también de la vulnerabilidad en las etapas finales de vida. Este es el nuevo paradigma epidemiológico. Debemos, pues, repensar y adaptar la prestación de la atención sanitaria y social de las personas con necesidades complejas de forma sensata.

En el contexto sanitario, la atención domiciliaria es aquella que se recibe en el domicilio de alguien, o en general, aquella en que los servicios de salud prestados permiten a sus usuarios continuar viviendo en su hogar y entorno familiar, pero el término «Cuidados a domicilio» (Home care) designan de forma genérica un amplio abanico de servicios de apoyo para personas dependientes y con incapacidades. La denominación incluye desde servicios de ayuda para las actividades de la vida diaria que requieren una cualificación mínima, hasta cuidados profesionales que utilizan tecnologías sofisticadas .

El domicilio, como escenario de atención, no es ajeno a todos estos cambios. Las previsiones del envejecimiento de la población general, los avances de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y las preferencias y valores de los pacientes serán los factores moduladores de los cambios venideros. Se abren nuevas perspectivas, basándonos en la duración de los cuidados y en la intensidad de los mismos . La organización y la cartera de servicios prestados en el domicilio son claves para una asistencia sanitaria y social con valor añadido.

Revisando la literatura, encontramos evidencia en programas en que los miembros del equipo asistencial visitan a los pacientes con enfermedad oncológica avanzada en su casa y en las reuniones multidisciplinarias. Pero las visitas domiciliarias preventivas no aportan beneficios en mayores de 65 años, a no ser que estas visitas domiciliarias preventivas estén basadas en la valoración geriátrica integral (VGI), dirigidas a pacientes mayores que presenten menor riesgo de muerte .

Son muchos los pacientes que prefieren ser tratados en casa frente el hospital, estando más satisfechos y presentando menor número de complicaciones . La VGI es una buena herramienta y el abordaje protocolizado a domicilio de personas mayores desfavorecidas económicamente mejora la calidad de los cuidados, disminuye las urgencias hospitalarias, además de una mejor detección y manejo de síndromes geriátricos.

La sostenibilidad de las políticas públicas de bienestar se ve amenazada, especialmente para atender a personas con mayor nivel de necesidades o que están en riesgo. Se estima que un 8% de la población está en situación de complejidad sanitaria o social y consume el 30% del presupuesto de las comunidades autónomas. Muchas de estas personas son atendidas en su domicilio (ya sea domicilio habitual o centro residencial).

Uno de los retos es disminuir la fragmentación de estos cuidados que se procuran a domicilio. Para ello, la gobernanza en la provisión de servicios a domicilio (sanitario y social) debe localizarse no demasiado alejada (algunos apuntan a nivel de gobiernos locales). Todo ello bajo el paraguas de una financiación adecuada, según datos del Eurostat 2010 en Europa se calcula un promedio cercano al 4,1% del gasto sanitario. E indudablemente la visión del sistema y profesionales debe estar centrada en el paciente y sus necesidades. Para el futuro próximo es necesario avanzar hacia un modelo de provisión de servicios domiciliarios basada en la coordinación de todos sus actores, el equipo multidisciplinar coordinado .

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